En los anales* de la historia estaba la esfínter

La historiografía dominante escrita por varones cis blancos y occidentales ha expulsado del relato a las mujeres y es crucial el rescate tanto de este legado como el de la cultura y el de las comunidades LGTBQ+, por tanto se parte de una encrucijada definida por el transfeminismo al amparo de esta alianza en la que se les reconoce política y afectivamente. Como dice Preciado (entre 1869 y 1969) el discurso heterosexual se extiende como único lenguaje biopolítico. Los anormales existían, pero no habían constituido aún un saber colectivo sobre sí mismos, no tenían historia, todavía no habían transformado la opresión en perspectiva crítica sobre el poder, aún no había un lenguaje del ano (2009). En Egipto las esfínteres del templo de la dinastía de la pirámide invertida son el resultado de diversos desplazamientos semánticos y semióticos. La palabra esfinge deriva de la voz griega sphinx, del verbo sphingein, que significa apretar, cerrar estrechamente, por ser esta monstrua mítica la que custodiaba el paso a determinados templos y, por lo tanto, entendemos que al conocimiento y a lo ritual. Comparte raíz con la palabra esfínter, músculo circular que abre y cierra un orificio, y que comúnmente se asocia al ano, aunque esté presente en muchas otras partes internas del cuerpo humano. Las esfínteres forman parte de una historia oposicional, de una narrativa disidente que reflexiona sobre la conexión entre dispositivos de control y cuerpos en la historia. La idea de acertijo o enigma que acompaña a la esfinge desde la mitología griega es el preludio de un movimiento de entrada y de salida, de muerte y de un renacimiento de otra forma. Es decir, la respuesta correcta desactiva el poder de apretar y de cerrar de la esfinge. A la vez, y de esto poco se habla, en el planteamiento del enigma ella se expone, pues cuando se acierta, ella muere.