Crecimiento económico y empleo

Se hace visible la urgencia por encontrar nuevos caminos que nos guíen hacia un mejor futuro. Dadas la magnitud, urgencia y complejidad de estos retos, la construcción de nuevos caminos no puede surgir de acciones asiladas, sino que debe ser fruto de una tarea colectiva, en la que participen los ciudadanos y en la que aporten sus experiencias todos aquellos académicos, expertos, servidores públicos, profesionistas, que posean conocimientos relevantes sobre los fenómenos que han frenado el desarrollo económico, que han impedido una mejor distribución de la riqueza, imposibilitado una educación de calidad, que nos han conducido a la violencia y al temor. Construir sendas hacia el desarrollo, la equidad y la paz implica la interacción plural de voces, sin importar simpatías partidistas o posturas ideológicas.

Con las mudanzas institucionales e ideológicas que trajo consigo el neoliberalismo, todo empezó a cambiar: el empleo mudó de piel, la informalidad laboral se apoderó del panorama, y la faz del México urbano y los compromisos constitucionales, que se entendían como veredictos históricos heredados de la Revolución, empezaron a verse de otra manera. En especial, el empleo dejó de concebirse como el eje del desarrollo social y fuente del crecimiento económico basado en el mercado interno y, más que nada, como una variable de ajuste dependiente del desempeño económico general. Además al vérsele como un costo que podía poner en peligro la competitividad del país, su lugar en el discurso de la justicia social quedó subordinado a otras preocupaciones, como la competencia en y con el exterior, la atracción de inversión extranjera directa, etcétera.